Ningún ser humano está proyectado para sí mismo, sino siempre para un otro único.
El matrimonio es así una fórmula perfecta para amar y ser amado.
El Paraíso para la mujer es el hombre y viceversa, el Paraíso para el hombre es la mujer. Y hay un tercero, que es Dios, con quien el matrimonio forma una intimidad de tres.
El perdón, las palabras, el abrazo del otro, la mirada positiva del marido o de la esposa... señalan a Alguien más allá del otro que te está hablando, sonriendo, abrazando...
El matrimonio, sin Dios, no sería viable, y con Dios se vive una comunión muy grande.
Dios, que es invisible, se hace concreto en tu marido, en tu mujer.
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