Que buena manera de empezar el año repitiendo tres veces: ¡Madre de Dios! ¡Madre de Dios! ¡Madre de Dios!
Esa fue la invitación del Papa Francisco al terminar la homilía de la primera Misa del año.
"Recordemos aquel gran momento de la historia de la Iglesia antigua, el Concilio de Éfeso, en el que fue definida con autoridad la divina maternidad de la Virgen... Se dice que, durante el Concilio, los habitantes de Éfeso se congregaban a ambos lados de la puerta de la basílica donde se reunían los Obispos, gritando: ¡Madre de Dios!. Los fieles, al pedir que se definiera oficialmente este título mariano, demostraban reconocer ya la divina maternidad. Es la actitud espontánea y sincera de los hijos, que conocen bien a su madre, porque la aman con inmensa ternura..."
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