La lancha va haciendo distintas paradas, bajan y suben gentes, es como un bus acuático. En ocasiones en pequeños muelles como el de la foto, en otras acercándose sin más a la orilla y dando un salto el pasajero hasta la tierra firme, o más bien el fango.
En la penúltima parada antes de llegar, ya noche, al Castillo, subió a la canoa el P. Julio. Venía de visitar una comunidad de las 45 que tiene a su cargo. Es heroico este Padre, pues no es raro tener que recorrer a caballo rutas de hasta 8 horas. Canoa y caballo, o canoa y a pie a un lado y otro del río.
Llegamos por fin al poblado y fuimos hospedados muy gentilmente en donde Dani, buen amigo del P. Julio y, a partir de ahora también nuestro.
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