"Cumplido el tiempo de la purificación de la madre, según la ley de Moisés, es preciso ir con el Niño a Jerusalén para presentarle al Señor... ¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! -Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. -Un amor que sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas divinas la miseria de nuestro corazón..."
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